Querido
diario:
Al día siguiente desperté con una depresión que me quería morir. Vaya mierda de fin de semana, vaya mierda de domingo y vaya mierda de vida. El encuentro con Shamu había sido un verdadero fracaso, me sentía vencida por las circunstancias. Me había matado que Shamu se hubiera presentado con Akira. No estaba preparada para eso. Quizás fue una decisión rápida por su parte ante la pregunta de su amigo, pero eso significaba yo no era tan importante en su vida como para acudir a solas. Tal vez en alguno de esos minutos en los que estuvimos a solas podía haberme declarado pero no encontré el momento. Fui incapaz de hacerlo. No de esa manera, con Akira delante. Si ya me costaba a solas con Shamu….Bastante me había costado tomar la decisión como para tener espectadores!
La última vez que ví a Shamu no paraba de provocarme e intentar besarme, sin embargo… esta vez no. Nada. No hubo ni un solo amago por su parte. Hubo un par de momentos en los que nos quedamos callados y me pareció que querría darme un beso, pero ni lo intentó. Pero esta vez no! ¿Qué pasaba? ¿Sería verdad que ya lo estaba superando? ¿Qué ya no le interesaba? Me parecía todo muy raro. Tantos años… y zás, en dos semanas fuera. Entonces, ¿por qué él no había intentado besarme siquiera? Yo no tenía confianza con Akira pero él sí la tenía. Si hubiera querido le hubiera podido decir o que no le acompañara o que le dejara a solas conmigo. En el chat, cuando le interesaba le había dado esquinazo para poderse quedar hablando. Estaba claro que no vino con la intención de proseguir lo que había empezado el fin de semana que vino a Madrid.
No me apetecía levantarme de la cama. No me encontraba nada bien. Estaba desanimada, abatida. Me sentía hundida y estaba segura de que no sería capaz de resolver el más mínimo problema de ese día. Estaba decepcionada conmigo misma, con Shamu, con el viaje, con todo! La vida era una verdadera mierda y no sabía que cojones hacía yo en ella.
Se me estaba haciendo tarde y estuve pensando en llamar al trabajo diciendo que estaba enferma. Lo malo es que me piden justificante médico y si de ir al trabajo no tenía ganas, de ir a la doctora a mentirle, menos.
No sé ni cómo pero me levanté de la cama y fui a la oficina. Y luego a la otra. En ambas estuve bastante ausente, no me apetecía trabajar, no me apetecía ver a nadie, hablar con nadie. Pasé de quedar a tomar café, a desayunar, no quise ver a nadie. Era tal mi apatía que ni tan siquiera fui al gimnasio. Fui para casa.
Entré en un momento en el chat, pero Shamu no estaba allí. Tampoco sabía en qué punto estaba con él. No sabía si éramos amigos, si él aún sentía algo por mí, estaba un poco descolocada con la relación que ambos teníamos actualmente. Habíamos comenzado como amigos, luego él intentó ser algo más, le dejé un poco y luego le dije que no, se enfadó y dijo que no iba a entrar más en el chat, que necesitaba olvidarme. Y sin embargo, decía que seguía siendo mi amigo. ¿y qué amistad es esa? Si no le veo, no le leo… estaba condenada a desaparecer.
Por un lado me apetecía quedarme
“a ver que pasaba en el chat” pero… el pesimismo se adueñó de mis pensamientos.
”¿para qué te vas a quedar conectada? Shamu no va a venir, ya te dijo que no quería hacerlo. Estar aquí delante, esperando y sin hacer nada, es una soberana estupidez.” Me puse a mirar logs de conversaciones pasadas con él y a recordar momentos y charlas que habíamos pasados. Había de todo, momentos en los que nos reímos un montón, alguna discusión, algún momento en el que se había puesto tierno pinchándome alguna canción….y algún te quiero por su parte… Cuando lo leí comencé a llorar de tristeza, pero me enfadé conmigo misma. Merecía sufrir por haber sido tan imbécil! Me dio tanta rabia que apagué el ordenador con el botón, sin cerrar ningún programa.
“Ahí reviente el ordenador y no pueda entrar nunca más a un puto chat!” , pensé mientras le daba al botón.
Me planté delante del televisor y me quedé mirando la caja tonta hasta que me dormí en el sofá. A medianoche y sin cenar, me desperté dolorida del cuello por la postura por lo que decidí irme a la cama.
Al día siguiente no sólo no me levanté mejor sino que encima me puse de peor humor cuando vi que había olvidado poner el despertador y me había levantado casi una hora tarde. Mi talante no mejoró el resto del día y gruñí a unas cuantas personas en la oficina por su incompetencia. Me sentía enfadada con el mundo y todo me sentaba mal. La gente me caía fatal. La tía del departamento de Compras me parecía una estúpida, la de Contabilidad, una gilipoyas, la mayoría de la gente de mi trabajo, eran ineptos. Mi jefa una imbécil, mi directora…sin comentarios. Y los estirados del otro trabajo, no quiero ni hablar. Una snob con derecho a mirarte por encima del hombro y un fantoche al que manejar a su antojo. Menudos desechos humanos.
Decidí que tampoco iba a ir al gimnasio ese día. Paso de hacer nada. Y estudiar, menos. Otra vez a casa a ver la tele. Y así lo hice. No quise ni acercarme al ordenador. ¿Para qué? ¿Para comerme los mocos yo sola? Paso.
Así estuve toda la semana, vagueando todos los días, apática y sin hacer nada, sin hablar con nadie, sin quedar, sin ver a nadie. Mi casa estaba hecha unos zorros. No había limpiado desde la semana anterior y el polvo comenzaba a acumularse. Había una pila de platos en la cocina sin fregar, la mochila del viaje aún estaba por deshacer, la cesta de la ropa, llena, en el salón estaban las cartas sin abrir en la mesa.
“Psé, son todo facturas, para qué abrirlas?”. Sabía que esa dejadez no era buena, pero me daba exactamente igual que estuviera bien o estuviera mal. Me importaba tres pitos. Con tal de que fuera pasando el tiempo…
Evitaba pensar en Shamu, pero me era muy difícil. Lo que más me consumía era no saber en qué situación estábamos los dos. Si me quería, no me quería, si éramos amigos, qué tipo de amigos, si quería charlar en el chat. Me sentía completamente perdida y desorientada con esa relación. No era capaz de pensar con claridad y tomar una decisión sobre mi vida. Aunque…realmente… todo me importaba un carajo.
Sabía que había desaprovechado la única y última oportunidad que tenía con Shamu, pero lo peor no era eso, lo peor era saber que cuando Shamu decía que iba a respetar mi decisión de ser amigos lo decía de verdad, que no tenía intención de intentar nada más conmigo.
Pasó la semana con más pena que gloria y no cambió absolutamente nada desde el lunes anterior. El fin de semana fue patético. No salí ni para hacer compra. El sábado limpié algo y arreglé la casa pues se me comía la mierda, pero el domingo volví a las andadas: sofá y tele todo el santo día. Me daba igual lo que dieran. La porquería de programas que echaban era lo único que no me recordaba a Shamu.
Comencé la semana igual que la anterior y con la misma desidia por la vida. Total, el día de mañana será exactamente igual al de hoy. No habrá nada distinto!
Pero no, me equivoqué. El día de mañana… fue distinto. Ese martes, al llegar a la oficina, hubo algo que lo hizo totalmente diferente: un e-mail.
Hola Thais! ¿Dónde te metes? Llevo toda la semana entrando al chat por si te veo y no hay forma de dar contigo. El whois de tu nick me indica que no entras desde el lunes pasado, y ya hace 8 días de eso. He intentado acceder por remoto a tu pc para subirte unos ficheros en el escritorio y ni tan siquiera tengo conexión a tu ordenador. Te encontré el pdf del libro de la universidad que necesitabas pero como no he podido entrar, no he podido dejártelo en el escritorio de tu ordenador. Me tienes bastante preocupado… ¿Estás bien? ¿Puedes venir esta tarde al chat? Necesito comentarte unas cosas y hablar contigo. A partir de las 7 de la tarde estaré conectado esperándote. Ven sin prisa cuando puedas, que me quedaré hasta tarde.
Shamu
P.D. Perdona que te escriba al mail de la oficina, pero es que sé que lo ves seguro. Te escribí hace unos días a casa y no he recibido noticias tuyas. No se si lo has visto.
"No hay confusión en lo que deseas, sólo hay temor a obtenerlo."