Diario,
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Pero…qué haces… en mi cama… - pregunté sin voz..
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Thais… duérmete….anda…
Seguía abrazándome. Sentía el calor de su cuerpo en mi espalda, sus musculosos brazos recogiendo los míos. Notaba el soplo de su respiración en mi cuello y me estremecí. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Temblé.
Shamu sintió mi temblor y preguntó
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Tienes frio? No me extraña. Es que estás encima de la cama. Espera un momento.
- Yo…
Se levantó de la cama e encendió la luz de la mesilla de noche a tientas.
Me incorporé en la cama.
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Shamu… - protesté yo.
Quitó los cojines que había en medio de la cama y arrastró la colcha, deshaciendo de la cama.
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Levanta un momentín que quite ese lado, anda – dijo
Me quedé inmóvil. No sabía si obedecerle y dejar que siguiera adelante o si rebatirle. Si Shamu se acostaba en mi cama no sabía cómo podía terminar la noche. Otro escalofrío recorrió mi cuerpo al imaginarlo. Con la tenue luz de la lámpara de la mesilla de noche, reparé en que Shamu llevaba puesta mi camiseta por la que asomaban unos bóxer negros. Ufff… No sabía si era buena idea. Me sentía tan fatigada que no sabía si podría resistirme a pasar la noche juntos sin que sucediera nada. En mi mente se aglomeraban las imágenes de los momentos en los que él había estado cerca de mi…el metro…el parque... el beso en el palacio….No sabía si sabría resistirme a él estando tan cerca y me sentía sin fuerzas para seguir luchando. Si determinaba acercarse demasiado o a reseguir un solo músculo de mi piel con una caricia, sabía que caería rendida ante él sin oponerme siquiera. Llevaba todo el día luchando conmigo misma para dominarme y no dejar que el deseo que sentía por él me sometiera. Eso podría tener consecuencias fatídicas para ambos. Debía encontrar el modo de refrenarme y no dejarme llevar por el furor de las emociones. Pero no sabía cómo.
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Thais! Eh…! Que te duermes ahí quieta…! Anda… apártate un poco que prepare la cama.
Yo seguía inmóvil, sentada en la cama y pensativa. Pensé en cómo reaccionaría él si le echaba de mi cuarto. Era tenaz, obstinado. Me había confesado que llevaba enamorado de mí muchos años y que tras mi divorcio, su objetivo era yo. Tras su declaración en el sauce, no había día en que no me recordara que no pararía hasta que mi corazón fuera suyo y el suyo mío. Era testarudo y sabía que consideraba que en el amor todo vale. Sabía que sería capaz de cualquier cosa con tal de ver su propósito cumplido y que estaba dispuesto a todo por conseguirlo. Llevaba todo el día manifestando abiertamente que no pensaba rendirse. Por más veces que yo le eludí, más veces lo intentó. Cada comentario, cada mirada, cada palabra que me dirigía, estaba orientada a obtener una reacción en mi persona. Aunque nunca le hablé de mis sentimientos, los conocía bien y estaba decidido a que de una vez por todas yo los admitiera abiertamente delante suyo. Pretendía que yo aceptara lo que sentía y me entregara definitivamente a él. Y yo lo sabía…
Pero no podía dejarle. No podía dejarme llevar por esa pasión. Lo nuestro era un amor imposible, un amor prohibido y era eso lo que yo debía aceptar. Era lo que debía creer y lo que debía defender por encima de todo.
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Eo eooo… hay alguien ahí? Thais? Estás bien? Oye…!
Desperté de la abstracción de mis pensamientos.
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Yo… bueno… vas a dormir… aquí? – pregunté balbuceando.
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Lévanta, anda, que retire la sábana y la colcha.
Me levanté y me quedé de pié en el suelo, mirando como él preparaba la cama.
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Pero… - pronuncié
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Venga, acuéstate ya.
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Pero… tu..
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Yo que. - respondió.
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Tu… vas a dormir… dónde?
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Tú acuéstate y deja de preguntar tonterías. Has madrugado para ir a trabajar y el día ha sido intenso. Necesitas descansar y te vas a acostar porque te lo digo yo.
No quería discutir y me sentía agotada. Pero tampoco quería acostarme ahí, con él. Eso sería mi ruina, mi perdición. Si un sólo miembro de mi cuerpo tocaba esa cama, sabía que sería mi condena y no habría escapatoria. No la habría… porque le deseaba. Anhelaba sus besos, me desvivía por su cuerpo. Quería sentir el tacto de su piel y ansiaba sus labios. Deseaba que me acariciara y por encima de todas las cosas, deseaba que me hiciera suya.
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Ays… de verdad que estás atontada, eh! – dijo él.
Dio la vuelta a la cama hasta donde me encontraba yo y me dio un delicado empujón hasta la cama. Me quedé sentada y me obligó a recostarme. Estaba un poco perpleja.
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Estás que ni te enteras – dijo él mientras me tapaba con la sábana y la colcha y rehacía la cama conmigo dentro.
Antes de que Shamu diera la vuelta a la cama, me alce de nuevo sentada en la cama.
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Shamu… yo… es que….tu y yo.. no… que yo…bueno… es que…
Llegó al otro lado de la cama, mirándome.
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Es que ..qué? – preguntó
Yo callé. No sabía cómo decirle que no durmiera conmigo. No era capaz de pedirle que se fuera. Quería que se quedara ahí, conmigo. Me sentía impotente.
Shamu me miraba fijamente. Con la poca luz de la lámpara sus ojos brillaban. Pensé que tenía la mirada más bonita que nunca antes había visto. Dos luces que me embrujaban cada vez que descansaban en mí. Se veía guapísimo en la penumbra y me tenía hipnotizada.
Yo callaba. No sabía que decir. “Bésame, amor. Quédate aquí” Pensé.
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Que… si vas a dormir…aquí…
Shamu sonrió socarronamente, divertido.
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Así que es eso lo que te preocupa, eh?
Se sentó en la cama mirándome fijamente, sonriendo. Hubiera dado dinero por saber lo que estaba pensando en esos momentos.
Levantó su mano, dudando, despacio y la puso en mi mejilla, la acarició con sus dedos. Me miró la cara y me acarició la otra mejilla. Cerré los ojos al sentir su piel.
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Thais…. cariño… tienes los ojos fatal…la cara hinchada…
Cariño.
Ha dicho
Cariño.
Me ha llamado
Cariño.
Las lágrimas acudieron de nuevo a mis ojos, emocionados por la ternura de su voz, de sus palabras, de su “
Cariño”.
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Shhh… ehhhh… no… no…no…ehhh….por favor… no llores más…
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No...Thais… no, por favor…eh…no más llantos…¿no ves como tienes la cara?
Se tendió en la cama, encima de la colcha, y me obligó a recostarme. De nuevo se tumbó a mi lado y me abrazó muy fuerte.
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No llores más, Thais, vamos…
- Shhh… anda….duérmete y descansa….
Nos separaba la colcha. Pero podía reparar en sus varoniles y fuertes músculos abrazándome mientras me mecía. Sentía el olor de su masculina fragancia, su caliente y acogedor cuerpo envolviéndome. Nada malo me iba a suceder. Él me protegería. Desee que el tiempo se detuviera en ese preciso instante y que no me dejara marchar jamás.
El cansancio y las emociones del día me vencieron. Me dormí.
“En las amarguras desearéis la dulzura"