Querido
diario:
Subí a la habitación algo molesta por la actitud de Shamu.
No sé de que va: primero me besa, luego me deja plantada y ahora me mira abiertamente el culo y las tetas sin ningún tipo de decoro. Apagué todas las luces excepto la de mi mesita de noche y me metí en la cama. Abrí el libro, pero por más que lo intenté siquiera pasaba de la primera página. Mi cabeza era un torrente de pensamientos y en todos aparecía Shamu, ese chico moreno, con esos ojazos de rizadas pestañas que me tenía profundamente enamorada.
Pensaba en la tormentosa relación que habíamos tenido y en el punto tan extraño en el que nos encontrábamos. Hacía muchísimos años que nos conocíamos, mucho tiempo compartiendo confidencias en el chat, participando de sus problemas, riendo con sus bromas y leyendo sus líneas en el ordenador. Siempre le había querido en secreto, pero apenas me lo admitía abiertamente. Me gustaba, pero… ¿amor?. Siempre lo había visto como algo imposible, como un delirio ilusorio y ficticio que me servía como vía de escape y como inspiración para mis sueños y fantasías. Al separarme de Miko, lo que menos pensé es que Shamu diera el paso. Siempre había sospechado que él sentía algo similar a lo mío, pues siempre estaba ahí para mí y se me hacía raro que muchas veces me antepusiera a otras cosas en su vida cuando siquiera éramos más que unos simples amigos virtuales. Pero de tener la sospecha…. a confirmar su amor bajo el sauce iba un trecho. Se había declarado en un momento de mi vida muy confuso, de hecho, meses después y seguía igual de confundida con mi vida. El divorcio me había dejado muy descolocada y necesitaba encontrar mi lugar en la vida. Había estado viviendo demasiado tiempo bajo la sombra de Miko y debía averiguar cuáles eran mis verdaderos deseos, mis sueños. Debía volver a encontrarme.
Shamu formaba parte de mi etapa anterior con Miko. Era la parte intangible e imaginaria de esa relación, era mis sueños, mi fantasía irreal que hacía más llevadera mi atropellada realidad con Miko. Durante muchos años había sido mi fuente de evasión, era lo que daba sentido a mi existencia, pero indiscutiblemente, formaba parte de esa etapa de mi vida que tanto me empeñaba en olvidar.
Mi divorcio, dado que suponía un fracaso, era un punto de inflexión en mi vida. Una firma que marcaba un antes y un después. Definía el periodo de tiempo exacto que debía olvidar. Y Shamu se encontraba dentro de ese intervalo de olvido. Me costaba mucho extraerle sin recordar lo que había vivido, lo que le había contado respecto a Miko. Pero bajo el sauce me señaló que sus intenciones no eran las de quedarse dentro del espacio temporal que yo había definido para borrarlo de mi mente.
Al principio, le dejé quererme. Pero me asusté. No estaba preparada para iniciar una relación cuando aún tenía el bolígrafo de la firma de mi divorcio en el bolso. Bolígrafo que me recordaba que debía pensar mejor las cosas antes de lanzarme, antes de volver a actuar bajo mis impulsos. Y Shamu parecía dispuesto a ir a por todas conmigo. Iba demasiado rápido para mí.
(…)
Uhm… parpadeé varias veces. Me sentía un poco desorientada en esa cama, en esa habitación. Con ciertas dificultades fui abriendo los ojos pero todo estaba oscuro y reinaba una sepulcral calma. Por la ventana se filtraban unos tenues rayos de luz…
¿Dónde estoy?. Recordé enseguida.
Sí …Santander…la casa rural… Me debí quedar dormida en medio de mi atolladero de pensamientos. Instintivamente giré la vista buscando un bulto en mi cama…Uff…
Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad pude confirmar que la cama estaba vacía, Shamu no estaba ahí. Es más, al incorporarme pude verificar que su lado de la cama siquiera estaba deshecho. Encima de la mesita de noche estaba mi libro. ¿Quién lo habría dejado ahí? ¿Shamu? Yo no recordaba siquiera haber apagado la luz de la lámpara. ¿Pero qué hora sería? Me sentía adormilada y no pensaba con demasiada claridad. Palpé la mesita de noche con mi mano en busca del teléfono móvil.
Joder…¿las tres y media?¿Y Shamu aún no se había acostado?.
Durante unos minutos me quedé incorporada en la cama, a oscuras, procesando esa lúgubre calma e interrogándome sobre la ausencia de Shamu en mi cama.
Suponía que estaría en la planta baja viendo la televisión. Agudicé el oído pero no parecía oírse nada..
¿estará leyendo?. Tenía la boca seca, me moría de sed y la curiosidad sobre el paradero de Shamu me podía, por lo que me levanté de la cama con intención de ir en su búsqueda.
No quería hacer ruido por lo que no encendí la luz y bajé descalza con la poca claridad que se colaba por las ventanas tanteando las escaleras.
¿Ni ruido ni luz? Que raro… pensaba mientras descendía.
El salón estaba a oscuras sólo iluminado por la sutil luminiscencia que se infiltraba tímidamente por la ventana. Era noche de luna, pero el cielo nublado la encubría, enmascarándola y ocultando su resplandor.
Busque en las sombras y le encontré. Yacía dormido en el sofá que había convertido en cama. Las nubes se disiparon y un rayo de luna iluminó la estancia. Ahí estaba el ser más hermoso que había visto jamás. Shamu tenía el torso desnudo y una sábana le cubría de cintura para abajo.
¿Llevaría pijama? Su cuerpo era atlético, musculoso y bien formado, consecuencia de los años de kárate, gimnasio y ejercicio que lo habían torneado. Sus brazos eran fuertes, fornidos, de espaldas anchas, cuello robusto. Su barba era incipiente y sus varoniles facciones, firmes. Se veía realmente bello a la luz de la luna, esculpido en esa cama cual estatua en mármol. Su respiración era serena, acompasada, su sueño, plácido. Se le veía realmente tranquilo en su descanso.
Procurando no hacer ruido me senté en una silla, observándole. Su cuerpo era digno de admiración, tan viril, sus facciones… su cara… qué guapo era…
Le miraba y soñaba. Me metía en su cama, se despertaba y me abrazaba mientras me susurraba que me quería y me besaba. Pero… nada de eso iba a suceder. Sueño era. Las lágrimas asomaron a mis ojos al reconocer que Shamu…se había acostado en la planta baja porque no quería dormir conmigo. Yo no le atraía.
Fui atando cabos… su reacción distante…sus esquivos durante el día…su desplante tras el beso… y ahora… eso. El hecho de que se hubiera molestado en preparase esa cama, en convertir el sofá en su lecho… sólo podía tener un significado y me costaba aceptarlo. Asumir que no me quería era una realidad tumbada en ese sofá, ese pensamiento me causaba tal dolor, tanta amargura, que no pude reprimir las lágrimas mientras contemplaba sus perfectas formas y su respiración. Mi corazón era preso de una gran tristeza, lleno de pesadumbre y de dolor.
Shamu se movió y cambió de posición en el sofá-cama. Me sobresalté y contuve la respiración. No podía encontrarme ahí…!! Con muchísimo sigilo me levanté y me dirigí escaleras arriba, hacia la habitación. Me senté en la cama y de nuevo las lágrimas. Me dolía lo que había visto. ¿Porqué no habría querido acostarse en la cama conmigo? No se había quedado dormido en el sofá sin querer, se había acostado ahí a propósito! Le había dado tiempo a hacerse la cama y eso había sido premeditado. Shamu no quería nada conmigo, si no había querido verlo antes, ahora debía hacerlo.
Me acosté intentando dormir pero no paraba de dar vueltas al último desmán de Shamu. Me era imposible conciliar el sueño ratificando mis sospechas, las palabras de Huno, de él. Me levanté al baño y bebí agua directamente del grifo, amorrada. Las horas pasaban y no conseguía dormir. Le amaba demasiado como para perderle, pero…la realidad era esa: Shamu estaba fuera de mi alcance. Me senté en el alféizar de la ventana. Por la luz, amanecería en breve y me quedé ensimismada viendo la salida del sol.
Me picaban los ojos de no dormir y llorar. Oí un ruido en la planta baja y me pareció adivinar que Shamu se había despertado. Angustiada, de un salto corrí a la cama. No sabía si subiría a la habitación, pero por si acaso…cerré los ojos simulando dormir. Y con tanto empeño simulé… que me dormí.