Pues… parece que ya empieza el curso. No entiendo cómo nos alegramos y celebramos tanto el día 1 de Enero por el comienzo de un nuevo año cuando realmente nuestras vidas, proyectos y propósitos dan comienzo el día 1 de Septiembre. Parece que las vacaciones de verano crean un antes y un después en nuestras vidas, es un paréntesis de tiempo que va a dar lugar a la apertura de nuevas intenciones para los próximos meses. Empezamos las dietas, los gimnasios, decidimos dejar de fumar, comienzan los colegios, los trabajos, las suscripciones, coleccionables de revistas, la limpieza a fondo de las casas, los cursos, libros, los colegios… Las dos o tres semanas o para los afortunados el mes de vacaciones tienen el mismo efecto en nuestras vidas que una goma de borrar en todos nuestros vicios y defectos. Los olvidamos y nos planteamos erradicarlos. Empieza Septiembre y dan comienzo toda clase de nuevas intenciones, nacientes proyectos y buenos propósitos en nuestras vidas. Y como no,
Diario, yo también tengo el mío: relajarme.
En estos tres meses de baja apenas me he acordado del trabajo, excepto en muy pocas ocasiones y con una punzada desagradable. Han sido pocas veces las que he pensado en ello pero me ha cundido y he recapacitado lo suficiente en esta ausencia. He pensado mucho sobre mi situación aquí y las injusticias que soporto todos los días, pero sobre todo, he repasado la cantidad de errores que he cometido en estos años. El principal, el más grave, el más imperdonable de mis pecados ha sido trabajar como si me pagaran para ello, ayudar a mis compañeros y creer que de ese modo iba a prosperar en la empresa. Quizás en otro lugar esto funcione, pero no aquí. Demasiada gente se ha aprovechado de mi trabajo, demasiados compañeros o jefes han sido beneficiados por mi actitud frente al trabajo, pero la merced nunca ha sido mía. Mi forma de ser no encaja: decir siempre la verdad, ser sincero o simplemente defender que vienes a trabajar y hacerlo es como cavar tu propia tumba. No sólo no te van a recompensar por trabajar bien, sino que te frenarán diciendo…
eh, la culpa es tuya por trabajar de más. El exceso de decepciones me ha hecho pensar así.
Mi ejercicio y mi propósito para este curso es aceptar que ciertas cosas no tienen solución. Y mi circunstancia aquí es una de ellas. He cometido el error de luchar una y otra vez, combatir durante años sobre situaciones y actuaciones que no están al alcance de mi mano, me he hundido una y otra vez contra las adversidades y una y otra vez me he vuelto a levantar renovada empuñando una espada. He batallado enfrentándome a causas perdidas y me he refugiado en el que
nunca jamás se debe dejar de defender lo que uno considera justo.
Pero… cuán equivocada he estado…
El problema es que si bien de palabra me reconocen la categoría profesional o el trabajo que realizo, si bien estoy harta de palmaditas en la espalda y de oír la palabra
“gracias” y
“buen trabajo”, nunca lo he visto reflejado en mi nómina.
“Thais, tú vales mucho, sabes mucho y sabemos que eres autodidacta… pero no nos vale: no tienes titulación universitaria”. Veo como para un trabajo puramente administrativo ascienden a farmacéuticos, filólogos, licenciados en historia, músicos, maestros… incluso bailarines o actores!. Excepto un puto papel, me pregunto qué les hace más válidos y competentes que yo. Para más inri, aquí renuevan cargos directivos cada cuando les sale del rabo a los políticos y el que llega nuevo ni se molesta en mojarse en asuntos de RRHH. En su bolsillo sólo cabe dinero, no problemas. Soy tan pequeña que decididamente estoy desterrada al olvido.
Bien, pues… llegó Septiembre, mes de las buenas intenciones y buenos propósitos, mes de marcarse objetivos e iniciar conatos de cambios. Aún no se cómo, pero tengo que conseguir que esto deje de superarme. No debe seguir estresándome. Para mí es muy difícil pues incluso la opción de
“no voy a hacer nada” me parece un modo de luchar.
Diario, Esto debe terminar. Debo asumir que fui, soy y seré una jodida administrativa sin opción a promoción en esta empresa.
Durante los 20 minutos del desayuno fui al herbolario. Allí compré mi aceite del
“Me resbala” y a partir de ahora debo ser lo suficiente constante para echármelo todas las mañanas. Necesariamente debo aprender a trabajar menos, a que me la rempampinfle lo que aquí suceda y asumir de una vez por todas que esto es lo que hay. Se acabó darse de cabezazos!
Bueno, también podría intentar aprender a bailar que tampoco se me da mal del todo…
"Una retirada a tiempo es una victoria"