Blossom, reloaded.

Blossom

Necesitaba operarme, no podía hacer borrón y cuenta nueva de todo lo que me había pasado, si no eliminaba esos miomas de mi útero, pero, ufff, estaba totalmente aterrorizada y no hacía más que decirme a mí misma, bueno y a todo aquel que me preguntaba, que después de la próxima regla iría al ginecólogo, así una regla, tras otra regla, tras otra regla.


Pero llegó el día en que finalmente fui, el gine después de explorarme me dijo:

- te haces los análisis, las placas de tórax, el ecocardiograma y la semana que viene te opero.

– ¿perdone? – ¿pero esto funciona así de rápido?

- Si, ¿a qué quieres esperar?

–¡Pues a despedirme del mundo por si no lo vuelvo a ver!


El ginecólogo no se imaginaba que yo estuviera hablando en serio, pero vaya si lo hacía, se me había metido en la cabeza que no iba a sobrevivir a la anestesia, qué cosas.


La semana antes de la operación, ordené todos mis armarios por si los herederos venían a coger algo que pensaran: -qué mono todo lo que tenía esta chica y qué bien ordenadito.

Si, lo sé, como una cabra, pero se me metió esa absurda idea en la cabeza y con ella me fui al hospital.


Cuando estaba en el quirófano rodeada de tubos, luces y aparatología varia que no pude llegar a ver bien porque me había quitado las lentillas, vino la enfermera a cogerme una vía y le dije:
-señorita, no estoy segura de quererme operar. Esperando que me diera ánimos y me dijera, - mujer, tranquila, veras como todo sale bien… pues va la señorita enfermera y me dice: -¿ah no? Pues levántate y vete. – Ah, pero ¿se puede?


Allí estaba yo dispuesta a saltar de la camilla cuando apareció mi ginecólogo y mi cirujano para convencerme de que todo iba a salir bien y que me quedara tranquila.
Me acuerdo que me preguntaron, -tú, ¿que eres más de playa o montaña? A lo que yo pensé - me estoy jugando la vida ¿y al médico este le preocupa que qué me gusta más? Uff, ¡cómo está la sanidad!

Cuando me disponía a responder del modo menos grosero que se me ocurrió, ya no puede hacerlo, me quede profundamente dormida.


Lo siguiente que percibí es despertarme en una sala blanca, recordé que acababa de operarme pero no estaba segura de si estaba viva o muerta. Miré a mi alrededor y vi un reloj, no fui capaz de leer la hora, buena señal, si estuviera en el cielo no me harían falta mis lentillas.

Una señora de blanco tomaba notas en una libreta, mejor todavía, esa señora no tenía pinta de ser San Pedro dándome la bienvenida al cielo, así que la llamé:

-Señorita… me duele todo,
-Normal, te acabas de operar y estás toda enfajada, todo ha salido muy bien, voy a ponerte un calmante
–Vale, gracias, ¿puede llamar a mi habitación para decir a mis padres y a mi marido que estoy viva?
–Estate tranquila y descansa.
-Vale, ¿pero les dirá que estoy viva?

Creo que me dijo que si para que me callara, mi familia confesó que nadie les llamó mientras yo estaba en reanimación, de todos modos, todos al parecer, menos yo, estaban seguros de que no me iba a morir.


Finalmente me subieron a la habitación, yo estaba eufórica, quería gritar de alegría, de hecho como no podía hablar mucho, regalaba sonrisas y carcajadas a diestro y siniestro, los que me rodeaban pensaban que venía un poco trastocada de la anestesia, pero queridas mías, os puedo asegurar que mi cabeza estaba bien clara, simplemente mi adrenalina estaba a tope por haber desafiado a la muerte.


Estuve una semana en el hospital y para casa, tras unos meses enfajada y sin hacer sobreesfuerzos y con unas revisiones pasadas satisfactoriamente, aquí me tenéis, de nuevo buscando un embarazo.


Mi conclusión: si os tenéis que operar de algo no lo demoréis por miedo, la angustia de la espera es peor que la operación en sí.


Mi reflexión: Siempre voy bien vestida, impecablemente maquillada y con el pelo arreglado, pero queridas mías, si estáis en un hospital, gente a la que hace años que no ves, se siente en la obligación de venir a visitarte en tu peor momento, cuando llevas un horrendo camisón de hospital, cuando tus complementos más fashion son la sonda y el suero y cuando tu pelo es una maraña que bien podría ser un nido de pájaros.

Yo cuando oía abrirse la puerta de la habitación me daban ganas de gritar a las visitas: SI ME QUERÉIS, IRSUS!